Tengo hambre, quiero un chocolate. Veo hacia el frente mirándole la cara al profesor Omar Hernández mientras dictaba el contenido de Protección Internacional para Periodistas, y veo que su derecha en el escritorio está un delicioso Kit-Kat. Los truenos de mi diminuta panza se intensifican con sólo ver el rojo paquetito que tiene cerca de sí y cuida como un tesoro. Mi deseo es subir y tomarlo, luego salir corriendo; pero mi súperyo me dice “No lo has Irma”.
Mientras él habla y habla sobre las funciones de
- Oye Irma, aliméntame. No quiero comida, quiero chocolate.
- ¡Maldito estómago caprichoso! En el bolso tengo un apetitoso pan con carne de muchacho acompañado de lechuga, tomate y mostaza. ¿No te apetece?
- ¡No! –responde el muy muérgano- Yo quiero chocolate.
A lo que respondo:
- Pues te jodes, porque no puedo quitarle su chocolate al profe, tendrás que esperarte hasta que salga de clases; déjame pararle a la clase de
Nota mental: NO TENGO QUE VER HACIA OMAR. Ojos que no ven, estómago que no gruñe.
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